FUNDAMENTO

Según el economista “hereje” chileno Manfred MaxNeef, las necesidades humanas son las mismas en todas las épocas y culturas. Lo que sí cambia de una época a otra (y de una cultura a otra) es la forma de satisfacerlas. Las necesidades identificadas son nueve: subsistencia, protección, entendimiento, participación, ocio, creación, libertad e identidad. La música tiene relación con varias de esas necesidades humanas.

Con la subsistencia, al relacionarse con el descanso y la salud mental.
Con la necesidad de afecto, al sustentar espacios de encuentro, permitir en ellos la expresión de emociones, pilares de la amistad. Con la de entendimiento, al promover la curiosidad, la disciplina y los ámbitos de interacción formativa. Con la del ocio, al justificar el uso del tiempo libre y la realización de espectáculos o acompañar nuestra privacidad.

Con la de Creación, para los que descubren y desarrollan habilidades en el canto, algún instrumento o la danza.
Para con la de libertad, para los que llegan a ser rebeldes y audaces. Y, por último, con la identidad: porque anima los sentimientos de pertenencia y autoestima (en este orden) porque constituye un símbolo, un lenguaje o un valor para determinados grupos, generando ámbito de contención (muy importante en los jóvenes), porque favorece el conocimiento propio y del otro; y porque cumple un rol constituyente en la memoria histórica de los pueblos.

Teniendo en cuenta estos enunciados, LUZ PARA MUNDOS REMOTOS pretende contribuir al desarrollo de la capacidad de audición atenta de la música del mundo, en sus eventuales y oportunos oyentes.

Río Colorado, Río Negro, mayo 2006.

ARVO PART-ESTONIA


Arvo Pärt nació en 1935 en Paide, Estonia. Como tantos otros artistas, se crió en una Estonia sombreada, desde 1940, por la represión artística y musical que la URSS promovía.

La censura no sólo determinaba las creaciones de los artistas residentes, que debían ajustarse al marco del realismo socialista, sino que hacía muy difícil conocer las innovaciones artísticas que se asomaban en el exterior propias de las nuevas vanguardias.

 A día de hoy se le considera uno de los máximos exponentes del minimalismo sacro, y su mayor innovación apareció con la creación de una nueva técnica. 

Fruto de la travesía occidental emerge su nuevo estilo compositivo: el Tintinnabuli. Esta reaccionaria técnica evocaba la música medieval y consiste en dos líneas que se conectan entre sí por una relación de tríada. La voz denominada como voz tintinnabuli se mueve por las notas de la tríada tónica, mientras que la voz melódica se mueve por segundas, y ambas aparecen en diferentes posiciones, se alternan o convergen, siguiendo un esquema variable.

“El tintinnabuli es un ámbito por el que a veces vago y en el que me introduzco en busca de respuestas – en mi vida, en mi música, en mi trabajo. En mis horas más lóbregas, tengo el sentimiento cierto de que todo lo que se encuentra fuera de esta cosa única carece de significado. Aquello que es complejo y con muchas caras me confunde y he de buscar la unidad. ¿Qué es esta cosa única y cómo encontraré mi camino hacia ella? Trazas de esta cosa perfecta aparecen de muchas formas… y todo lo que no tiene importancia se desvanece. 

El tintinnabuli es algo así. Aquí estoy yo solo con el silencio. He descubierto que basta con que se toque una sola nota de un modo bello. Esta nota única, o un ritmo silente, o un momento de silencio, me confortan. Trabajo con muy pocos elementos – con una voz, con dos voces. Construyó con los materiales más primitivos… con la tríada, con una tonalidad específica. Las tres notas de la tríada son como campanas. Y a eso es a lo que llamó tintinnabuli”.
(En las notas a su álbum Tabula Rasa, ECM, 1984).