Astarita siempre
fue preciso en sus definiciones y solía distinguir entre el “baterista que toca
la batería” del “baterista que toca la música”, porque para él, el contraste
aludía al placer que da la música y el interés por la melodía, aunque a veces,
remarcaba, “la melodía me lleva al carajo”. “Todo el elogio técnico y creativo
que podamos hacerle está registrado en su larga y variada discografía, siempre
tocando con grandes del jazz, como Gato Barbieri, Baby López Furst, Enrico Rava
o el legendario Enrique “Mono” Villegas, pero más significativo resulta su
participación como compañero grupal. Un ser humano cariñoso, de una lealtad
inquebrantable…”, dijo su amigo Nebbia después de enterarse de su muerte.
No cuesta mucho
pensar en Néstor Astarita como un músico apasionado y comprometido con la
batería y sus posibilidades que, para él, resultaron infinitas; una evidencia
que se hace palpable en aquellos animados por un espíritu que los identifica
como músicos completos, más allá incluso de los instrumentos con que se
desenvuelven.