Charles Mingus. Photo by Tom Marcello
“Soy Charles Mingus. Soy mulato, soy de piel amarilla... medio amarilla... apenas amarilla, no soy lo bastante blanco para dejar de pasar por negro ni lo bastante claro para que me llamen blanco.
Yo me declaro negro. Soy Charles Mingus: para mí, no tengo color... Charles Mingus es un músico, un músico mestizo que toca con belleza, que toca con fealdad, que toca con amor, que toca masculinamente, que toca femeninamente, que toca música, que toca todos los sonidos, fuertes, suaves, sonidos que no se oyen, sonidos, sonidos, sonidos...”.
Al comienzo de su libro autobiográfico Menos que un perro el gran bajista y compositor explicita los dos asuntos que, siempre entrelazados, determinaron su existencia: raza y música. Con ascendencia china, inglesa y afroamericana por parte de una madre que falleció meses después de parirlo, y sueca y afroamericana por parte del padre, sargento del Ejército, jamás dejó de denunciar el racismo rampante de la sociedad estadounidense y el más sibilino del negocio de la música. ¿De la música? Sí, no aceptaba que lo suyo fuera “jazz”. Y tampoco que le llamaran Charlie, aunque curiosamente concedía a los escasos colegas a los que brindó amistad el privilegio de llamarle Chazz, igual que otro de sus discos.
Charles Mingus nació en 1922 en la base militar de Nogales, Arizona, y pasó su infancia en Los Ángeles, en el barrio de Watts, donde en 1965 se desencadenó una de las más violentas revueltas raciales de la historia americana.