FUNDAMENTO

Según el economista “hereje” chileno Manfred MaxNeef, las necesidades humanas son las mismas en todas las épocas y culturas. Lo que sí cambia de una época a otra (y de una cultura a otra) es la forma de satisfacerlas. Las necesidades identificadas son nueve: subsistencia, protección, entendimiento, participación, ocio, creación, libertad e identidad. La música tiene relación con varias de esas necesidades humanas.

Con la subsistencia, al relacionarse con el descanso y la salud mental.
Con la necesidad de afecto, al sustentar espacios de encuentro, permitir en ellos la expresión de emociones, pilares de la amistad. Con la de entendimiento, al promover la curiosidad, la disciplina y los ámbitos de interacción formativa. Con la del ocio, al justificar el uso del tiempo libre y la realización de espectáculos o acompañar nuestra privacidad.

Con la de Creación, para los que descubren y desarrollan habilidades en el canto, algún instrumento o la danza.
Para con la de libertad, para los que llegan a ser rebeldes y audaces. Y, por último, con la identidad: porque anima los sentimientos de pertenencia y autoestima (en este orden) porque constituye un símbolo, un lenguaje o un valor para determinados grupos, generando ámbito de contención (muy importante en los jóvenes), porque favorece el conocimiento propio y del otro; y porque cumple un rol constituyente en la memoria histórica de los pueblos.

Teniendo en cuenta estos enunciados, LUZ PARA MUNDOS REMOTOS pretende contribuir al desarrollo de la capacidad de audición atenta de la música del mundo, en sus eventuales y oportunos oyentes.

Río Colorado, Río Negro, mayo 2006.

CHARLIE MINGUS-EEUU

 

Charles Mingus.  Photo by Tom Marcello

“Soy Charles Mingus. Soy mulato, soy de piel amarilla... medio amarilla... apenas amarilla, no soy lo bastante blanco para dejar de pasar por negro ni lo bastante claro para que me llamen blanco. 

Yo me declaro negro. Soy Charles Mingus: para mí, no tengo color... Charles Mingus es un músico, un músico mestizo que toca con belleza, que toca con fealdad, que toca con amor, que toca masculinamente, que toca femeninamente, que toca música, que toca todos los sonidos, fuertes, suaves, sonidos que no se oyen, sonidos, sonidos, sonidos...”. 


Al comienzo de su libro autobiográfico Menos que un perro el gran bajista y compositor explicita los dos asuntos que, siempre entrelazados, determinaron su existencia: raza y música. Con ascendencia china, inglesa y afroamericana por parte de una madre que falleció meses después de parirlo, y sueca y afroamericana por parte del padre, sargento del Ejército, jamás dejó de denunciar el racismo rampante de la sociedad  estadounidense y el más sibilino del negocio de la música. ¿De la música? Sí, no aceptaba que lo suyo fuera “jazz”. Y tampoco que le llamaran Charlie, aunque curiosamente concedía a los escasos colegas a los que brindó amistad el privilegio de llamarle Chazz, igual que otro de sus discos.


Charles Mingus nació en 1922 en la base militar de Nogales, Arizona, y pasó su infancia en Los Ángeles, en el barrio de Watts, donde en 1965 se desencadenó una de las más violentas revueltas raciales de la historia americana.