Su contribución
más destacada reside en su adopción de la música concreta, un género que
utiliza sonidos extraídos de la vida real (como ruidos cotidianos o grabaciones
de la naturaleza) como elementos fundamentales de sus composiciones. En lugar
de centrarse en la melodía o la armonía convencionales, Ferreyra investiga
profundamente las texturas y timbres de estos sonidos. Sus piezas son a menudo
acusmáticas, invitando al oyente a una escucha pura, donde la atención se fija
en el sonido mismo sin la necesidad de identificar su fuente original. A través
de técnicas como la superposición, la reversión y la transformación digital,
Ferreyra es una verdadera exploradora sonora, creando paisajes auditivos
complejos, a menudo abstractos, que revelan las propiedades ocultas del sonido.